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10 de junio de 2010

MEDIO AMBIENTE


Suelos contaminados: ¿Un lujo de los países ricos?







La limpieza de los terrenos contaminados se ha convertido en una de las tareas más costosas en el campo del cuidado del ambiente. En los estados Unidos mas de 20 mil millones de dólares ya fueron gastados por la EPA (Agencia de Protección del Ambiente) y las empresas privadas en el marco del Superhondo-CERCLA, y que no se comparan con los gastos de centenares de miles de millones de dólares proyectadas para la limpieza de miles de otros sitios contaminados.

Todo comenzó en 1980 en Love Canal, cerca de las cataratas del Niágara. Se había establecido un loteo para viviendas en donde antiguamente se hallaba un sitio de descarga y almacenamiento de productos químicos que contenían, que más tarde se descubrió que producían transpiraciones y olores nauseabundos en los sótanos de las viviendas. Los ecologistas predijeron tasas de cáncer y nacimientos defectuosos que eran alarmantes. La población fue evacuada y los edificios destruidos. Los estudios epidemiológicos hechos a lo largo de los años descubrieron que la tasa de enfermedades halladas entre los habitantes de Love Canal no era mayor que la del resto de la población de otras comunidades de la región.

Pero la bola de nieve ya había tomado proporciones gigantescas y es había convertido en algo grotesco. Y en verdad, no fue el ambiente quien se benefició. De acuerdo con las estimaciones oficiales, por cada 100 dólares de indemnización que se pagan, sólo 25 dólares van a indemnizar a los perjudicados y a la limpieza. El resto pasa a engordar el bolsillo de los “expertos” y abogados. Por todas partes a través de los Estados Unidos se pueden ver a los expertos inspeccionando las tierras y obteniendo muestras del suelo. La ley estipula que el dueño es el responsable, a menos que consiga probar que algún otro es responsable de la contaminación. La bendición consiste en hallar algún tambor de Exxon o de DuPont. Esos son los grupos con sólidos riñones para atacar con prioridad, y que encontrarán la manera de zafar del problema gracias a sus abogados y sus aseguradoras.

De tal forma, comienzan a escucharse voces del otro lado del Atlántico diciendo que esos gastos son desproporcionados con los riesgos corridos por la población y que los miles de millones derrochados de tal manera por riesgos imaginarios serían mejor invertidos en objetivos ambientales más valiosos para la salud, la educación, o la prevención. Un estudio epidemiológico financiado por el Congreso de los Estados Unidos sobre seis de los sitios recientemente evaluados muestra que no hay ningún efecto para la salud (cáncer, abortos espontáneos…) que se haya podido determinar en estos seis lugares.

Los críticos se alzan así contra un cierto orden moral y puritano que las organizaciones o administraciones ecologistas –convencidas de representar ellas solas al interés general – tratan de imponer a la sociedad y que conducen a toda clase de desvíos e intolerancias. Este perfeccionismo condujo, en efecto, a la situación aberrante de que en 10 años solamente se hayan limpiado y rehabilitado 250 de los 35.000 sitios proyectados. Una rehabilitación cuesta en promedio unos 20 millones de dólares.

Pero la excitación por investigar los viejos sitios contaminados atravesó el Atlántico y en muchos países Europeos se ha comenzado el relevamiento de estos sitios. En 1991, en Alemania se conocían ya 200.000 de estos sitios (Altlasfläschen) y su número aumenta de manera constante. En los Países Bajos se han reportado 4000 sitios en 1980, donde se requiere una limpieza inmediata para 1137.

Estos lugares llamados “brownfields” en Estados Unidos se hacen inaccesibles durante muchos años a toda construcción moderna, industrial o de la otra. Las construcciones se desarrollan en desiertos al medio de las ciudades mientras que las actuales fábricas se construyen en praderas o bosques en los linderos de las ciudades (llamados “whitefields”).

El suelo es un medio viviente y dinámico, verdadero reactor de nuestro ambiente, dotado de una genuina capacidad de depuración. Un gramo del suelo contiene 3 millones de microorganismos. En su seno, y en estrecha dependencia con su naturaleza y composición, se realiza una gran cantidad de procesos de manera constante: descomposición de compuestos orgánicos por parte de los microorganismos, absorción sobre las partículas sólidas del suelo, pasaje en fase gaseosa de compuestos volátiles, inmovilización de compuestos por precipitación o por la absorción definitiva sobre el humus o en las arcillas. Se sabe hoy que después de un vertido accidental de hidrocarburos, pasado un año se ha volatilizado el 50%, el 40% se ha descompuesto o ha sido integrado a la materia orgánica del suelo. Solamente permanece el 5% detectable por los métodos corrientes de análisis, pero que no son difícilmente lixiviables o biodisponibles.


La misma cosa aconteció después de las catástrofes del tipo del Amoco Cádiz, Braer, o Exxon Valdez. Un año, a más tardar dos años después de estas catástrofes casi toda traza de petróleo ha desaparecido del ambiente, a excepción de algunos gránulos de alquitrán, y la naturaleza ha recobrado todos sus derechos. Cuando se intentó remediar la situación mediante el uso de emulsionantes u otros productos químicos fue cuando se agravó la situación.

A menudo se ha perdido de vista que el objetivo del diagnóstico de un terreno no es sólo la determinación de la concentración absoluta de ciertas sustancias sino el riesgo que ellas correr a las aguas subterráneas y a los hombres.

El problema no es la presencia de esta o aquella sustancia sino el efecto que ella pueda ejercer. Para determinar los riesgos es necesario tener en consideración los diferentes mecanismos por los cuales estas sustancias pueden afectar a los seres humanos: inhalación, absorción cutánea, alimentación (agua y plantas) … Esto explica por qué es difícil definir los valores límites bien determinados por las concentraciones en los suelos, mientras que es relativamente fácil para las aguas potables y los alimentos, y que existe una cierta confusión entre los valores de referencia, valores de intervención, y los valores límite.

Durante los pasados años las normas concernientes a la contaminación de los suelos en muchos países dan mayor importancia a la fracción móvil de un contaminante que a la concentración total determinada por la disolución de la muestra en agua regia o por la extracción por el freón para los hidrocarburos. La fracción móvil de un contaminante es aquella que puede reaccionar con las plantas y con la vida microbiana, o que es lixiviable. Se determina mediante el uso de solventes como el EDTA, el nitrato de amonio, el cloruro de calcio… A veces los valores umbrales son muy proximos de los valores naturalemente presentes en los suelos. Asi hay un texto legal alemán
que prescribe un valor umbral de 100 mg/kg para hidrocarburos en el suelo de terrenos de juego para niños.

Las conclusiones de otro informe de investigación sobre la acumulación de metales pesados en las plantas son: “Hay una necesidad inmediata de redefinir los límites del contenido de metales pesados en los suelos agrícolas. El uso de normas basadas en el contenido total no son justificadas. Se deben desarrollar criterios basados en la disponibilidad de metales por parte de las plantas.” Si, por ejemplo, se basaran en las viejas normas holandesas sobre el tenor del cadmio, habría que descontaminar el 90% del territorio de las Ardenas, simplemente porque las rocas allí lo contienen en demasía.

Los metales pesados pueden estar presentes bajo formas fuertemente inmóviles, como constituyentes naturales de las rocas, como precipitados insolubles, o se r absorbidos fuertemente por los poros del suelo o en la red cristalina de las arcillas. Los pesticidas o los HAP (hidrocarburos aromático policíclicos) pueden estar fuertemente ligados a la materia orgánica del suelo. Se ha podido demostrar que para concentraciones residuales de 500 ppm de estas sustancias en el suelo, solamente el 1% podrían entrar en la fase acuosa. Y si las bacterias no acuden a reducir estas concentraciones residuales en el suelo, es porque los contaminantes están inmovilizados e inaccesibles. Los riesgos de contaminación de las napas freáticas por migración son en consecuencia casi nulas.
[4] [iv]

Los HAP están entre las sustancias que han conducido a las limpiezas más costosas. Y sin embargo, su carácter cancerígeno para los humanos todavía no se ha podido demostrar. La sustancia más estudiada por sus efectos sobre la salud es el benzo(a)pireno, o BaP. El BaP es reconocido como cancerígeno y mutágeno porque fue aplicado en fuertes concentraciones en la alimentación de roedores (solamente para concentraciones superiores a 6-300 mg/kg). No se ha podido demostrar la existencia de un efecto cancerígeno por absorción oral en los seres humanos. Para los otros congéneres de la familia de los HAP (tal como el fluoroanteno) ningún estudio epidemiológico pudo poner en evidencia algún efecto cancerígeno o mutágeno en los seres humanos. También es el caso de numerosos estudios hechos entre los trabajadores de las fábricas de alquitrán.

Se comienza a encontrar en numerosas normas el concepto de fracción móvil como un criterio para juzgar la contaminación de un suelo. Para fijar los valores críticos de las fracciones móviles este reglamento toma cuenta de la naturaleza mineral del suelo, de su pH y su utilización futura. Estas mismas regulaciones especifican igualmente las plantas o legumbres que pueden o no ser cultivadas sobre un cierto terreno cuando la fracción móvil de un elemento sobrepasa un determinado valor.

En la legislación norteamericana se encuentra también la utilización de diferentes procesos de lixiviación para determinar la fracción móvil (US Federal Registry, 1990). En Suiza, el nitrato de amonio es usado como solvente para determinar la fracción móvil y definir las normas.

En cuando a las normas a aplicar se enfrentan dos escuelas:

La escuela “rigorista” para la cual los países Bajos figuran como los campeones. Con el fin de garantizar un “desarrollo duradero” y dejar como herencia a las futuras generaciones un ambiente de calidad, la multifuncionalidad de los suelos debe ser preservada o restaurada, cualquiera fuese el uso actual. Luxemburgo ha sido durante mucho tiempo un fiel discípulo de esta escuela.

La escuela “casuística”, representada por las regulaciones Flamencas y Canadienses, y practicada también por la legislación Alemana. Las funciones del suelo a proteger dependen del uso actual del suelo y de su afectación futura. Los alemanes, por otra parte, han hecho obsoletas las listas en uso en los diferentes condados (Laender), inclusive la lista Alex2, y no utilizan más que los valores de las leyes de protección del suelo (“Bodenschutzverordnung”) de 1999.

Igualmente los holandeses se han unido a esta manera de ver las cosas. El DOOF (Decreto sobre la aplicación de otros fertilizantes orgánicos-1993) distingue entre los diferentes tipos de suelos por la extensión de los lodos de la estación de depuración. La vieja lista atribuida a los holandeses, con los valores A-B-C fue reemplazada en abril de 1994 por una lista de valores de base y de valores de intervención donde se proveen las fórmulas de corrección para diferentes tipos de suelo. Una actualización reciente comunicada por la Ministra De Boer prevé en consecuencia limpiezas que están en función de la utilización final del sitio. Ella espera de tal modo que más sitios serán limpiados con un bajo costo de presupuesto.

La política francesa relativa a los sitios contaminados está definida en la circular del ministerio del ambiente de diciembre 1993. El principio general de esta política consiste en afirmar que un suelo tiene que ser adaptado a su uso actual o previsto. Establece que el grado de descontaminación deber estar ligado al riesgo potencial para la salud pública y al uso futuro del sitio. No existe más una relación automática entre la concentración de los contaminantes y la prioridad de acción o la técnica de tratamiento. Esta política fue confirmada en la circular del Ministerio de Organización del Territorio del 10 de diciembre 1999. Antes de proceder a la remediación es necesario pasar por un estudio de riesgos con la caracterización de tres elementos: las fuentes de la contaminación, las vías de transferencia, y los blancos a proteger.

La legislación Luxemburguesa es muda en cuanto concierne a los citerior de análisis y de remediación de los suelos contaminados. La Administración del Ambiente dispone así de un poder discrecional y puede imponer, en este vacío legal y jurídico, las normas más severas.

De tal manera se puede leer en un diario de Luxemburgo que durante mucho tiempo la Administración del Ambiente ha exigido para la puesta en estado de los antiguos sitios de explotación de estaciones de servicio las normas de descontaminación (110 mm/kg de hidrocarburos) que son extremadamente severas. Se puede leer en una norma alemana, mencionada antes, que se establece un máximo de 400 mg/kg de suelo seco para los sitios destinados a parques de juegos infantiles.

(Altlasten und Schadensfällen, Baden-Württemberg, 16. September 1993). Es necesario saber que 100 mg&kg corresponden a 1 litro de hidrocarburos repartidos en 10 toneladas de tierra. El ruido de fondo normal encontrado en los suelos arables es de 50 mg/kg, y en ciertos suelos urbanos, lejos de todo sitio industrial, se encuentran promedios de 300 mgÇ/kg.


Los valores de intervención en muchos países (Países bajos, Bélgica, Canada, Finalandia...) son superiores a 1000 mg/kg de hidorcarburos por kg de suelo seco.

Da la impresión que nos quieren hacer vivir en un mundo estéril. sin ninguna agresión por parte de las sustancias químicas.

Los suelos esterilziados no aportan ningún beneficio a la salud. Pero, ¡cuántos gastos son necesarios para obtenerlos! Los Suizos se dieron cuenta de la aberración que constituye el lavado con ácidos fuertes o la esterilziación y vitrificación a 1300º C de los suelos contaminados y ellos prescriben que: “Wer Boden aushebt, muss damit so umgehen, dass dieser wieder als Boden verwendet werden kann’” Las regulaciones alemanas de 1999 (Bundes-Bodenschutzgesetz) prevén igualmente que las operaciones de excavación y de descontaminación no deben destruir la función natural del suelo. Además, se toma cuenta que más allá de las operaciones de excavaciones y transporte una gran parte de las sustancias orgánicas, e incluso los PCB, los HAP y los solventes clorados se evaporan.

Una de las observaciones fundamentales en toxicología es que el efecto depende de la dosis. Es suficiente someter a los hombres y animales a dosis elevadas de no importa cuál sustancia química, natural o sintética, para ver efectos tóxicos o mortales. A ciertas dosis, los efectos son despreciables o nulos. Lo que es casi siempre olvidado es que por debajo de estas concentraciones ideales, se observan de nuevo efectos nefastos sobre la salud (el agua destilada es tóxica), porque muchas sustancias o metales son necesarios para el metabolismo humano y son llamados “elementos esenciales”, o que el organismo se habitúa sin problemas a ciertas concentraciones presentes de manera natural. Se acaba de descubrir recientemente que el cuerpo humano genera sus propias dioxinas en cantidades mayores que las que absorbe con la alimentación
.

El fantasma de los suelos contaminados de los americanos y los europeos asombran siempre a los estudiantes del Tercer Mundo. En los países donde cientos de millones de personas mueren a causa de la contaminación del agua (20 millones de muetos anuales), nuestra preocupación casi maníaca de limpiar los suelos nos hace reír, porque nadie en América o en Europa ha muerto todavía, o por lo menos enfermado, a consecuencia de la exposición de los suelos contaminados. Que miles de millones sean gastados para una protección hipotética de las futuras generaciones, a pesar de que millones de niños mueren hoy a causa de problemas de contaminación del agua potable, no le importa a nadie.

Dejemos que los suelos ligeramente contaminados se limpien por sí mismos.

Por: Pierre Lutgen

Doctor en Química Física (Ph.D.) - Université Catholique de Louvain
Miembro de la Fundación Argentina de Ecología Científica

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