WASHINGTON.- Estados Unidos enfrentaba ayer lo que podría convertirse en el más catastrófico derrame de crudo de su historia en el golfo de México, donde una mancha de petróleo del tamaño de Jamaica y cinco veces más grande de lo que se creía hasta ahora se acercaba a la costa de varios estados norteamericanos, amenazando la vida de cientos de especies de flora y fauna.
Mientras la empresa British Petroleum (BP) intentaba defenderse de las crecientes acusaciones del encubrimiento sobre la magnitud del desastre después del hundimiento de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon, la semana pasada, la Casa Blanca declaró el incidente una catástrofe nacional, ordenó la intervención de sus fuerzas armadas y denunció que la mancha de crudo es cinco veces mayor de lo que se creía.
En cuestión de minutos, el derrame, que aún no fue controlado, pasó a ocupar el primer lugar en la agenda del presidente Barack Obama, que responsabilizó a BP de las tareas de limpieza y envió a la costa del golfo a la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, y al secretario de Interior, Ken Salazar.
"Mientras BP es el responsable final de financiar los gastos de las operaciones de respuesta y limpieza, el gobierno continuará usando todos los recursos disponibles, incluyendo el Departamento de Defensa, para abordar el incidente", dijo Obama, en tanto que Napolitano afirmó que la "catástrofe es de importancia nacional". El mandatario también advirtió que la mancha de petróleo afectaría la navegación de los tanqueros que abastecen de crudo al mercado norteamericano.
A causa de los fuertes vientos, la marea negra empezó a llegar anoche a las costas del estado de Luisiana, a pesar de los frenéticos esfuerzos por contenerla . La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica norteamericana reveló que la tubería submarina dañada libera 795.000 litros de crudo por día, un volumen muy alejado de los 150.000 litros que calculaban los expertos en primera instancia.
PesimismoEl operativo de sellado de la fuga submarina se sumió ayer en el pesimismo luego de que se descubrió una tercera pérdida. Ante este nuevo escenario, los expertos norteamericanos temían ayer que la contención del derrame demandaría semanas, o incluso meses, y que superaría ampliamente los 11 millones de litros liberados en la costa de Alaska por el petrolero Exxon Valdez en 1989, hasta ahora el peor derrame de petróleo en aguas norteamericanas.
Las autoridades norteamericanas y BP dejaron en evidencia ayer un serio enfrentamiento cuando un directivo de la petrolera y una comandante del servicio de guardacostas se enfrentaron en una tensa conferencia de prensa. La almirante Mary Landry fue enfática al afirmar que el derrame de crudo era cinco veces superior a lo estimado y contradijo al jefe de operaciones de BP, Doug Suttles, que, parado junto a ella, insistió en que el cálculo preliminar, de 150.000 litros vertidos por día, era el correcto.
También ayer se conoció que la plataforma petrolífera no contaba con un sistema de corte de bombeo a control remoto, que hubiera evitado el derrame después de la explosión. A pesar de que el dispositivo, conocido como switch acústico, no es de uso obligatorio bajo las leyes norteamericanas, B P fue cuestionada por la falta de ese sistema en la Deepwater Horizon, que operaba a 80 kilómetros de una zona de manglares, reservorio natural de cientos de especies (ver aparte).
Sin dar detalles, Suttles dijo que la estructura estaba equipada con otros dispositivos de seguridad que deberían haber prevenido el derrame en el lecho marino, a 1500 metros de profundidad. La plataforma sufrió una explosión el 20 de este mes, se incendió y se hundió en 48 horas. En el incidente desaparecieron 11 operarios y sobrevivieron otros 100.
Desde el lunes pasado, cuatro robots submarinos intentaban sellar la pérdida en una compleja operación, mientras en la superficie más de 50 barcos realizaban las tareas de rescate con solventes, detergentes, incendios controlados y barreras para contener el avance de la mancha. BP analizaba ayer perforar un nuevo pozo próximo a la pérdida para mitigar el flujo de crudo y desviarlo hacia la superficie de manera controlada.
En otro frente, el gigante británico preparaba un ejército de abogados en Londres para afrontar las inminentes denuncias judiciales de la industria pesquera de Luisiana y Mississippi y de los familiares de los desaparecidos.
En Washington, en tanto, los analistas comenzaban a advertir sobre la tormenta política que podría amenazar a la Casa Blanca debido a la falta de previsión y celeridad en la respuesta al masivo derrame de petróleo en la misma zona afectada por el huracán Katrina en agosto de 2005. Algunos especulaban incluso con la posibilidad de que el incidente del golfo de México signifique para Obama lo que el Katrina fue para George W. Bush.
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